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Una cuchara, una sazón, un mundo: La historia que cuentan nuestros objetos cotidianos

Marcus Vinícius Barbosa

Quiero invitarte a hacer un experimento. Es una experiencia simple, pero reveladora. No vamos a manipular elementos radioactivos, sin embargo usaremos objetos poderosos. Estos objetos contienen, como la nitroglicerina, una fuerza capaz de generar mucha energía. Y como energía que es, ésta puede mover muchas cosas.

Ve a tu cocina y observa tus especias. Las mías están guardadas en la repisa superior izquierda, junto a la estufa. Así es como las guarda Jaci, mi abuela paterna. Si estuviéramos en casa de mi mamá, las especias y otros condimentos estarían en el anaquel de abajo del fregadero, justo como las guarda su mamá, mi abuela Vera. Las tuyas pueden estar en una lata, en una bolsita, en frascos o en botellitas. Las mías van a estar en la primera repisa, debajo de los ingredientes para hacer repostería, exactamente como las guarda mi abuela Vera. Me pregunto quién le enseñó a mi abuela Vera a guardar los condimentos así, porque mi bisabuela Olinda guardaba los ingredientes de repostería en un cuartito que estaba afuera de la casa –la verdad, creo que ese cuarto era la despensa y la lavandería al mismo tiempo.

Entre mis especias vas a encontrar nuez moscada y orégano. En casa de mi abuela Jaci vas a encontrar urucum y romero. En casa de mi abuela Vera encontrarás pimienta y caldo de pollo. Es obvio que tengo otros condimentos y otros sabores en la repisa de mi cocina, pero estos son los indispensables. La nuez moscada viene de mis padres; de la salsa blanca que hace mi mamá, y del puerco asado que prepara mi papá. El orégano me viene más de mi papá, de los corazones de gallina asados en la churrasquera los domingos al medio día. Pero también me viene de mi mamá: de la pizza que hacíamos los jueves, cuando casi llegaba el fin de semana.

Es obvio que tengo urucum, incluso en los Estados Unidos. Aprendí a usarlo porque mi abuela Jaci tenía un árbol en el patio de atrás de su casa. Y romero, que es obligatorio para preparar carne de puerco: así es como le gusta a mi abuela Jaci. El caldo de pollo es para el arroz, aunque a mi marido no le guste. Y la pimienta hace que los caldos queden más sabrosos: así es como le gusta a mi mamá. En ese pequeño espacio que es la repisa de mi cocina en donde guardo las especias y otros condimentos, vas a encontrar la historia de mi familia. La historia de comidas, cenas, cumpleaños y otras conmemoraciones. Vas a encontrar mi relación con mis padres y mis abuelos, y me podrás conocer mejor. Si ves los ingredientes de repostería te darás cuenta de que me criaron mis abuelas. Si vinieras a visitarme durante las vacaciones probablemente comerías mi pão de ló, porque era lo que horneábamos en la cocina de mi abuela Vera en vacaciones.

Ahora quiero que observes tu propio anaquel de especias y que pienses en todo lo que dice. Piensa en lo que significa cada condimento, en los momentos que te trae a la memoria, en los recuerdos con tus abuelos y tus padres, con tus hijos, con tus hermanos. Después observa el resto de tu cocina. Te vas a dar cuenta de que también te va a decir algunas cosas. Tu cocina te hablará de quién te crió, y de cómo aprendiste a cocinar. Te dirá si comías en familia o si comías solo. Si se sentaban todos a la mesa, o si comían en horarios diferentes. Tu casa, tus objetos, la posición de las fotos y los colores que eliges dicen mucho sobre tu familia. Tal vez mucho más de lo que piensas.

Lejos de ser solamente un reflejo de tus elecciones personales, los objetos y la dinámica de tu casa revelan aspectos que van más allá del momento presente, que se remontan a un pasado que va más allá de la generación de tus padres y la de tus abuelos. A veces pensamos en la tradición como algo externo; no nos damos cuenta de su presencia en nuestro día a día, y no percibimos los rituales que hacen que nuestra vida sea nuestra.

Yo siempre coloco la bolsita del té en la taza antes de servir el agua. Así es como lo hace mi mamá, quien me enseñó que en ese orden el té queda más fuerte. Después de observar a mi abuela Vera, me di cuenta de que ella hace lo mismo. En mi cabeza, por lo tanto, la mecánica de la infusión del té siempre es así: taza, bolsita, agua hirviendo. Cualquier alteración en ese orden y el té quedará feo, aguado, insípido. Yendo un poco más lejos, quiero darte otro ejemplo de cómo la colectividad interfiere en nuestras costumbres personales. Ya te conté que estoy casado, y el matrimonio es el palacio de la negociación. Ante todo, es el reino de la negociación lingüística. Por ejemplo, en mi familia, todo pastel que queda crudo queda embatumado. Para la familia de mi esposo, ese mismo pastel queda abatumado. Nuestra casa es, por lo tanto, la unión de dos tradiciones.

Los objetos de esta colección ilustran las muchas negociaciones que ocurrieron al interior de una familia mexicanoamericana, cuya vida es una acumulación de varias experiencias, tradiciones y prácticas. El principal valor de estos objetos no reside en su singularidad, sino en su potencial de reflejar la experiencia de quien los manipula.

Y tú, ¿dónde guardas tus especias?

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